La vida de los pueblos y su asentamiento parcial o definitivo, gira
en torno al agua, nos cuenta con notable convicción Leopoldo
Tobar Salazar al inicio de su estudio Calderón, Cultura y sitios de
interés. Es por ello, explica, que este pedazo de tierra árido y poco
rodeado de vegetación, es tardíamente poblado por aguadores indios, en el
sitio conocido como Carapungo, definido como Puerta de los Caras o puerta
lejana o infranqueable para los sucesivos conquistadores. Otras voces se
unen a esta serie de definiciones y nos acercan a la de Puerta de Cuero, por
la gran cantidad de reses y cabras que allí habitaron
Cuando estamos muy próximos al desarrollo del XX Encuentro de
las Culturas de las Parroquias Calderón 2012, es necesario hacer un
paréntesis ante la inminencia de la fiesta, y reparar en detalles importantes
y fundamentales de este espacio geográfico. La historia pre incásica
justamente liga en una especie de hilván de largo tranco a Carapungo con
Zámbiza, con Guayllabamba, con los Cotocollaos, Pillajos y Pomasquis,
asentamientos de los que parten sus primeros habitantes. Vale determinar
también que es en el gobierno del General Eloy Alfaro Delgado en que se
eleva a Carapungo a la categoría de Parroquia con el nombre de Calderón.
Su clima cálido seco sirvió para el mejoramiento de enfermos con
problemas pulmonares por lo que se la conoció también como la “Tierra de
la Convalecencia”
Si bien el mazapán tiene orígenes para unos en el siglo XI en Toledo o para
otros como creación de un delicioso manjar por parte de religiosas italianas,
también se conoce en los pueblos americanos y en nuestro país. Hoy se ha
tornado en un símbolo de Calderón por su colorido y textura. Inicialmente
la harina de trigo se unía al agua y a determinados colorantes para crear las tradicionales “guaguas de pan”, hasta evolucionar a las pequeñas figuras de hoy, confeccionadas en migajón, fuente de trabajo para la independencia
económica de las mujeres de este sector territorial.
El mazapán está ligado al conocimiento y aporte cultural de esta parroquia,
junto a las conmemoraciones rituales del 2 de noviembre y las fiestas de
difuntos. Su utilización se ha dado primero como alimento y luego como
un elemento ritual ante la inminencia de nuestro efímero paso por este
mundo, y ante el convencimiento profundo de que “la muerte es una forma
de vida”.